Igual que hace 64 años, aunque hoy no hay multitudes porque nuestros días son días de pandemia. Sin embargo, es el mismo Santo Patrón de los trabajadores que vela por una clase que hoy es duramente golpeada por un adversario microscópico, como en su momento veló por el destino de ese segmento social que tuvo que reconstruir la Italia de la posguerra.
De Milán a Roma
Más allá de las diferencias históricas, hay muchas similitudes que se suman en torno a la estatua de San José que llegó ayer por la tarde al Vaticano y fue colocada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en vista de la misa celebrada esta mañana por Francisco en la solemnidad de San José Obrero. En 1956 la misma efigie, bendecida el 1 de mayo por el entonces arzobispo de Milán, Giovanni Battista Montini, partió en helicóptero hacia Roma el 2 de mayo para ser bendecida también por Pío XII en la audiencia concedida ese mismo día a la ACLI, Asociación Cristiana de Trabajadores Italianos. La audiencia cayó doce meses después de la misa en la que el Papa Pacelli había dedicado dicha fiesta litúrgica al Esposo de María y padre putativo de Jesús, celebrada por los trabajadores en todo el mundo.
En procesión
Igual que entonces, los miembros de la ACLI han querido ser protagonistas y llevar al Papa Francisco la estatua de poco menos de 150 centímetros, hecha en bronce dorado por el escultor Enrico Nell Breuning, custodiada en la sede romana de la asociación. De hecho, la estatua ya había sido colocada cerca de Francisco cuando fue llevada en procesión a la audiencia en el Aula Pablo VI el 23 de mayo de 2015.
Trabajo libre y solidario
Se trata de una dinámica de retornos que entrelaza el presente, con las muchas ansiedades que agitan el mundo del trabajo, al pasado y a la “memoria de los que nos precedieron” que, como escribió el presidente nacional de la ACLI, Roberto Rossini, «nos anima a trabajar para que -como usted ha señalado repetidamente, Santidad- ningún trabajador esté sin derechos y el trabajo sea libre, creativo, participativo y solidario».