Catequesis – “Curar el mundo”: 8. Subsidiariedad y virtud de la esperanza:
En la catequesis de la Audiencia General realizada en el patio de San Dámaso en el Vaticano, el Papa Francisco se refirió al tema de ¿cómo vamos a salir de esta crisis? En una catequesis anterior se refirió a la solidaridad como un elemento importante para enfrentar este momento de dificultad. En la catequesis de hoy afirmó: “no hay verdadera solidaridad sin participación social, sin la contribución de los cuerpos intermedios: de las familias, de las asociaciones, de las cooperativas, de las pequeñas empresas, de las expresiones de la sociedad civil”.
Más que una crisis sanitaria
Francisco se refirió a las crisis que vive la sociedad actual solo puede ser superada si cada uno asume su parte de responsabilidad: “Tenemos que responder no solo como individuos, sino también a partir de nuestro grupo de pertenencia, del rol que tenemos en la sociedad, de nuestros principios y, si somos creyentes, de la fe en Dios”. Sin embargo, hizo notar que “a menudo muchas personas no pueden participar en la reconstrucción del bien común porque son marginadas, excluidas o ignoradas; ciertos grupos sociales no logran contribuir porque están ahogados económica o políticamente”. Para participar en el cuidado y la regeneración de nuestros pueblos, afirma el Papa, “es justo que cada uno tenga los recursos adecuados para hacerlo (cfr Compendio de la doctrina social de la Iglesia [CDSC], 186)”.
El principio de subsidiariedad
El Papa cita al Papa pío XI, quien “explicó lo importante que era para una verdadera reconstrucción el principio de subsidiariedad (cfr Enc. Quadragesimo anno, 79-80). Tal principio tiene un doble dinamismo: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba” y que posibilita la participación y la acción de todos los miembros de la sociedad, no solo de los más poderosos o de los más débiles, sino, de todos. Por eso: “Cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte”.
El Obispo de Roma, refiriéndose a la importancia de la participación de todos en la solución de la crisis, declaró: “Nadie puede quedarse fuera. La injusticia provocada por intereses económicos o geopolíticos tiene que terminar, y dar paso a una participación equitativa y respetuosa”.
En este contexto, Francisco puso el siguiente ejemplo: «¿Qué estás haciendo? – Voy a trabajar para los pobres… Ah, qué bien. ¿Y qué es lo que haces? – Enseño a los pobres, les digo lo que tienen que hacer… No, eso no es bueno, el primer paso es dejar que los pobres te digan cómo viven, qué necesitan…» ¡Deja que todos hablen! Y así es como funciona el principio de subsidiariedad. No podemos dejar a esta gente fuera de la participación; su sabiduría, la sabiduría de los grupos más humildes no puede ser dejada de lado”.
El Papa, citando el texto de San Pablo (cfr 1Cor 12,22) en el que se afirma que “Todas las partes del cuerpo son necesarias” y las que parecen más débiles y menos importantes, en realidad son las más necesarias; a la luz de esa imagen afirma: “podemos decir que el principio de subsidiariedad permite a cada uno asumir el propio rol para el cuidado y el destino de la sociedad. Realizarlo da esperanza en un futuro más sano y justo; y este futuro lo construimos juntos, aspirando a las cosas más grandes, ampliando nuestros horizontes e ideales”.
Solidaridad y subsidiariedad
El Papa insistió que “no hay verdadera solidaridad sin participación social, sin la contribución de los cuerpos intermedios: de las familias, de las asociaciones, de las cooperativas, de las pequeñas empresas, de las expresiones de la sociedad civil. Tal participación ayuda a prevenir y corregir ciertos aspectos negativos de la globalización y de la acción de los Estados, como sucede también en el cuidado de la gente afectada por la pandemia. Estas contribuciones “desde abajo” deben ser incentivadas”.
Francisco valoró la actitud de reconocer mediante aplausos el trabajo y entrega del personal sanitario, sin embargo, insistió: “Extendamos este aplauso a cada miembro del cuerpo social, por su valiosa contribución, por pequeña que sea. Aplaudamos a los ancianos, a los niños, las personas con discapacidad, los trabajadores, todos aquellos que se ponen al servicio. ¡Pero no nos detengamos solo en el aplauso!”
La esperanza es audaz
Francisco insistió a quienes le escuchan: “La esperanza es audaz, así que animémonos a soñar en grande, buscando los ideales de justicia y de amor social que nacen de la esperanza. No intentemos reconstruir el pasado, especialmente el que era injusto y ya estaba enfermo”.
El Papa finalizó su mensaje invitando a todos: “Construyamos un futuro donde la dimensión local y la global se enriquecen mutuamente, donde la belleza y la riqueza de los grupos menores pueda florecer, y donde quien tiene más se comprometa a servir y dar más a quien tiene menos”.
Saludos a los cristianos de Cuba
El Papa se despidió de los asistentes, recordando que en estos días se cumplen cinco años de su viaje a Cuba: “Saludo a mis hermanos Obispos y a todos los hijos e hijas de esa amada tierra. Les aseguro mi cercanía y mi oración. Pido al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, que los libre y alivie en estos momentos de dificultad que atraviesan a causa de la pandemia”.