En su primera visita a Génova, Francisco se dirigió en automóvil a la planta industrial Ilva para celebrar su primer encuentro familiar y en forma de diálogo, con el mundo del trabajo.
Ilva es una sociedad por acciones, con administración extraordinaria – con establecimientos en diversas localidades –, que se ocupa de la producción y transformación del acero. Fue fundada en 1905, convirtiéndose en el mayor complejo industrial de Europa en este sector. Su nombre deriva del latín y corresponde a la Isla de Elba, de donde se extraía el hierro que alimentaba los primeros altos hornos que se construyeron en Italia. Esta empresa ha padecido diversas vicisitudes desde el punto de vista económico cuyas soluciones están ultimándose precisamente en estos días.
Aquí respondió a cuatro preguntas:
- Un empresario del distrito de reparaciones navales, aludió a los tantos obstáculos, entre los cuales la excesiva burocracia y la lentitud en la toma de decisiones públicas, junto a la falta de servicios e infraestructuras adecuadas, pidiéndole a Francisco una palabra capaz de reconfortarlos y animarlos.
- Una representante sindical le presentó al Santo Padre la situación actual de esta realidad, que se encuentra ya en la “cuarta revolución industrial”, conocida también como “industria 4.0”. Y si bien afirmó que el mundo del trabajo está preparado para aceptar los nuevos desafíos productivos, su preocupación es que en esta “nueva frontera tecnológica”, junto a la reactivación económica y productiva, que antes o después llegará, no traigan consigo nueva ocupación de calidad, sino que más bien contribuyan a incrementar la precariedad y el malestar social.
- Un trabajador que realiza un camino de formación organizado por los Capellanes, puso de manifiesto que en los ambientes de trabajo suelen prevalecer la competición, la carrera y los aspectos económicos, mientras el trabajo representa una ocasión privilegiada de testimonio y de anuncio del Evangelio, vivido adoptando actitudes de fraternidad, colaboración y solidaridad. De ahí la petición al Sucesor de Pedro de algunos consejos para caminar mejor hacia estos ideales.
- Una desocupada le dijo al Papa Francisco que su categoría siente que las instituciones están lejos y orientadas más hacia un asistencialismo pasivo que a trabajar para crear las condiciones que favorezcan el trabajo. Y puso de manifiesto que los consuela el calor humano con que la Iglesia está cerca de ellos, también con la acogida que encuentran en la casa de los Capellanes. A la vez que le preguntó dónde pueden encontrar la fuerza para seguir creyendo y yendo hacia adelante a pesar de todo esto.
“El mundo del trabajo es una prioridad humana”
El Pontífice afirmó que el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, una prioridad cristiana, una prioridad nuestra y también una prioridad del Papa. Tras destacar que Jesús era un trabajador, teniendo en cuenta que la primera pregunta la formuló un empresario, un ingeniero, el Santo Padre se refirió a la creatividad necesaria tanto para crear un nuevo producto como el mismo trabajo.
De ahí que haya afirmado que “no hay buena economía sin un buen empresario”. Porque el verdadero empresario conoce a sus trabajadores; trabaja junto a ellos y con ellos. Y dijo que ante todo, un buen empresario “debe ser un buen trabajador. Debe tener la experiencia del trabajo. Y ser capaz de compartir las fatigas de los trabajadores y sus logros”. A la vez que destacó que “ningún buen empresario ama despedir a su gente”.
“Ningún buen empresario ama despedir a su gente”
Quien piensa resolver los problemas de su empresa despidiendo a los trabajadores es sólo un comerciante que vende a su gente y que mañana venderá su propia dignidad, manifestó Francisco. A la vez que aludió al sufrimiento del que pueden surgir nuevas ideas. Y recordó que hace poco más de un año, saludó a un hombre que lloraba tras haber participado en la Misa matutina que celebra en la capilla de la Casa de Santa Marta, que le había confiado su dolor ante la decisión de tener que despedir a sus trabajadores tras la quiebra de su empresa. “Y lo hacía con dolor y llorando”, dijo el Papa.
“No a la transformación de empresario en especulador”
También afirmó que el empresario no debe transformarse en un especulador. Y propuso una analogía entre el mercenario y el Buen Pastor, tal como afirma Jesús en el Evangelio. Despedir, cerrar – reflexionó el Pontífice – a estos especuladores no les crea ningún problema porque usan a la gente. Sin embargo la empresa debe ser “amiga de la gente”. Por eso dijo “no a la economía despiadada”. Y agregó que más que al empresario, hay que temer al especulador; porque se sabe que los reglamentos y las leyes están pensados para los deshonestos y terminan penalizando a los honestos. Pero no se debe olvidar que hoy hay tantos verdaderos empresarios honestos que aman a sus trabajadores, a la empresa, que trabajan con ellos para llevar adelante la empresa, y éstos son los menos aventajados por las políticas que favorecen a los especuladores.
“La mística del amor” de los buenos empresarios
Después de referirse a lo que podría definirse “la mística del amor” de los buenos empresarios, tras la intervención de la sindicalista el Papa respondió con un juego de palabras: “rescate social” – “chantaje social”. Y relató una anécdota referida a una trabajadora a la que le ofrecían 800 euros al mes por once horas de trabajo diario. También se refirió al trabajo en negro. Y recordó que conoce a una persona que no trabaja todos los meses del año, porque en un determinado mes la despiden, para meses después volver a hacerle firmar su contrato de trabajo.
Francisco aludió a la doctrina social de la Iglesia. Y dijo que en la tierra hay pocas alegrías grandes como las que se experimentan trabajando. También afirmó que el trabajo es amigo del hombre y el hombre amigo del trabajo, a pesar de que a veces nos hiere. Asimismo destacó que en torno al trabajo se construye el entero pacto social. Porque cuando no se trabaja, o se trabaja mal, o se trabaja poco o se trabaja mucho, la democracia está en crisis. Y dijo que si la República Italiana no estuviera basada en el trabajo, no sería una democracia. Porque el lugar del trabajo lo ocuparían sólo las castas.
El Santo Padre impulsó con fuerza la existencia del trabajo en contraposición con la jubilación forzada o anticipada, independientemente de los cambios que el mismo trabajo implique. Porque sin trabajo se pierde la dignidad. También destacó que el trabajo de hoy será diferente, por eso mientras sin trabajo se puede sobrevivir, para vivir – dijo – se necesita el trabajo. Ahí está la elección: entre vivir o sobrevivir. De manera que reafirmó que el trabajo debe ser para todos, comenzando por los jóvenes. Puesto que de lo contrario se establece una hipoteca para el futuro. “El problema – añadió – se resuelve con trabajo para todos”.
“El problema se resuelve con trabajo para todos”
Tras escuchar al trabajador que realiza un camino de formación organizado por los Capellanes el Papa aludió al error antropológico de la competición, y afirmó que la empresa es ante todo cooperación mutua. Y puso de manifiesto que el pobre suele ser considerado una persona sin méritos y culpable, mientras los ricos se sienten exonerados de hacer algo.
Por último, el Pontífice se refirió a los trabajos que no son buenos, porque no respetan los derechos de los trabajadores ni de la naturaleza. Una paradoja de nuestra sociedad es el creciente número de personas que querrían trabajar y no lo logran, en contraposición a quienes trabajan tanto, demasiado, y que querrían trabajar menos, pero que tampoco lo logran porque han sido “comprados por las empresas”. Por eso destacó que debe existir el tiempo de la fiesta y del descanso. Sí porque para poder celebrar la fiesta, es necesario poder celebrar el trabajo.
“Para poder celebrar la fiesta, es necesario poder celebrar el trabajo”
Francisco también dijo que “el consumo es un ídolo de nuestro tiempo”. Aludió a los nuevos templos que prometen la salvación y la vida eterna, templos de puro consumo y placer. Mientras el trabajo “es fatiga y sudor, como nos lo recuerda la Biblia”. Lamentablemente, una sociedad hedonista que no comprende esto se vuelve una idolatría de puro consumo. Donde “los ídolos no trabajan”. Una cultura debe saber estimar la fatiga y el sudor.
“Los ídolos no trabajan”
El trabajo es el centro de todo pacto social. De donde parten el honor, la libertad, los derechos para todos. Con dignidad, libertad, respeto. Hay que seguir amando el trabajo y aprender a rezar, terminó diciendo el Papa. Porque el trabajo es amigo de la oración. Recordó además que un mundo que no conoce el valor del trabajo no puede conocer el valor de la Eucaristía. Y dijo que también se puede rezar con las manos y en el trabajo.
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