Mensaje de Navidad

Compartimos la alegría del nacimiento de Jesús con nuestros hermanos y hermanas cristianos, y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Nos llena de gozo saber que la misericordia de Dios se manifestó tan cercana y tierna con la condición humana, que eligió una familia para comprometerse definitivamente con nuestra historia.

 

La Navidad es Jesús. Si Él está ausente, la fiesta se vacía de sentido. El regalo que debemos intercambiar es, ante todo, Él mismo. Él cabe en nuestros brazos para que lo llevemos a los demás. Él es la misericordia de Dios hecha carne. En el Hijo de María podemos contemplar la reconciliación definitiva entre Dios y el hombre, que ya no se separan ni se confunden. Navidad nos habla de nuestra dignidad. Se hizo hombre para que los hombres llegáramos a ser hijos de Dios y viviéramos como hermanos.

 

Celebrar la Navidad nos compromete a la fraternidad y a practicar las obras de misericordia. En este Año Santo de la Misericordia debemos entender que el hombre sólo posee aquello que entrega a Dios y a los demás. Ésta es su principal riqueza, y esto es lo que nuestra sociedad más necesita: que aprendamos a ser islas de misericordia en el mar de la indiferencia (Papa Francisco).

 

Pedimos que la gracia del pesebre se derrame abundante en nuestras familias, sane los vínculos lastimados, traiga amor y alegría en todos los hogares, y brinde consuelo a los enfermos, a los presos y a los que están solos. ¡Que a todos alcance la paz de la Navidad!