Hermanos queridos:

Tenemos la enorme alegría de volver a encontrarnos aquí, en la casa de nuestra Madre, la Virgen de Lujan. Una cita anual que comenzó allá en 1975, es decir hace 40 años; y ¿qué significa para todos esta peregrinación a pie? significa un momento de búsqueda de Dios en la vida, de búsqueda de una nueva vida.

Algunos de los obispos, su vocación la descubrieron en el camino de estas peregrinaciones, que, como tantos otros habrán encontrado sobre su matrimonio, sobre lo que le toca vivir.

Es una cita de gratitud, es una cita de petición. Cada uno trae las suyas, pero tenemos habitualmente una en común que no brota del antojo de alguien, sino que está tomada de las mismas intenciones que los peregrinos van dejando en los cuadernos de la Basílica, lo cual lo hace mucho más rico. Que lo que prime sea la gratitud, es hermoso! Y la gratitud no solo por este favor, por el otro cuidado, sino la gratitud por estar.

Monseñor Agustín Radrizzani (Mercedes-Luján) que es el dueño de casa de esta diócesis que nos recibe, nos hacía repetir el lema de este año. ¿Se acuerdan? Es ‘Madre, gracias por estar siempre, ayudanos a cuidar nuestra Patria’.

Una gratitud: ‘gracias por estar’. Una petición: ‘cuidar nuestra Patria’.

Les explico un poquito cada una.

La gratitud: ‘gracias por estar’. Recién escuchábamos del Evangelio estos tres discípulos que son una joyita. Pero ¿vieron cómo empezaba? Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre.

Pero si vamos al comienzo del Evangelio de Juan, vamos a ver que la aparición primera de María es en el comienzo de la vida pública de Jesús, en esas bodas de Caná. Y entonces comienza diciendo: ‘y en esas bodas estaba Jesús y la madre de Jesús’.

De vuelta el estar. Pero, nosotros sabemos que ese estar no era un estar pasivo, sino un estar que respalda, un estar que recoge, que acompaña, que consuela; en el momento aquel de las bodas de Caná, en una fiesta y en el momento de dolor, al pie de la cruz.

Eso es lo que le venimos a agradecer a la Virgen.

Calladamente estar siempre detrás de nosotros, de nuestras familias, y saber que lo va a seguir estando. Es del genio de la madre, de la maternidad es el de estar.

Y la segunda parta del lema: ‘Ayudanos a cuidar nuestra Patria’. Enseguida uno vuela a las próximas elecciones, dentro de tres semanas.

Y esta eso para que cada uno, maduramente, resuelva su voto, que lo rece. Ustedes saben que estas cosas también hay que rezarlas, son decisiones importantes en la conciencia de cada uno.

Pero fíjense ustedes que hoy no hemos puesto: ‘María cuida nuestra Patria’, y le dejamos aquí en Lujan la Patria. Sino que le decimos: ayudanos a cuidar nuestra Patria. Que nos vaya formando a cada uno de nosotros en ese cuidado!

Y cuidar la patria es mucho. No se cuida lo que no se ama. Una de las cosas primeras es preguntarnos si nosotros buscamos amar más o si vemos la Patria como un espacio geográfico donde sobrevivimos y sus estructuras como algo ajeno a nosotros.

Les decía: amad a la Patria. A todos nos conmueve cuando leyendo el Evangelio encontramos que Jesús, acercándose a Jerusalén, se puso a llorar porque no había sabido escuchar la voz de Dios a su tiempo.

El llorar significa que uno se ha metido dentro del corazón de esa Patria.

Recuerdan ustedes el Papa Francisco, cuando era cardenal en Buenos Aires, varias veces nos planteaba a los porteños si habíamos llorado. ¿Si habíamos llorado por Cromañon? Pero no por el hecho externo de llorar, sino por el adentrar lo que estaba pasando en su país.

Entonces, le pedimos a la Virgen que nos enseñe a cuidar nuestra Patria. Lo primero que le pedimos es que nos enseñe a amar más a nuestra Patria. Nuestra Patria es el vecino. Nuestra patria es nuestra familia. Nuestra Patria es la escuela. Nuestra Patria es el trabajo… y podríamos seguir nombrando largamente.

Le vamos a pedir en este día, entonces, a la Virgencita, que gracias por estar siempre. Le vamos a pedir que nos vaya enseñando a amar cotidianamente nuestra Patria.

¡Que así sea!

Mons. Joaquín Sucunza