En su discurso, el Observador de la Santa Sede resaltó que el diálogo es la metodología y el camino que la Encíclica del Papa Francisco traza para alcanzar la conversión ecológica y el cuidado de la casa común. Refiriéndose a la metodología, Mons. Chica Arellano señaló se debe tener en cuenta “la interpretación de las cuestiones de relevancia internacional que conciernen a la tutela del medio ambiente, los cambios climáticos, el trabajo agrícola, el uso de las nuevas tecnologías, el derecho al agua, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de la población del planeta, así como la sostenibilidad de todo tipo de desarrollo”.
Para abordar estas significativas temáticas, dijo el Prelado, el paradigma que la Encíclica sigue es el de la ecología integral, es decir, una visión amplia que propone líneas de acción conjuntas para la promoción de la dignidad humana, la atención a los más depauperados, la lucha contra la pobreza y el cuidado del planeta. Por ello, es fundamental poner a la persona humana en el centro de toda iniciativa encaminada a la salvaguarda del planeta y al fomento de un desarrollo auténticamente sostenible, que se volverá así un desarrollo humano sostenible.
El método y el camino del diálogo que la Encíclica nos ofrece, afirmó el Representante de la Santa Sede, ha de ser auténtico, honrado y transparente, de este modo se transforma en el vehículo que favorece el bien común. En efecto, la búsqueda del bien común es lo que puede derrotar el egoísmo que permite que en el mundo siga habiendo un número tan elevado y escandaloso de personas que viven en condiciones inhumanas de pobreza, hambre y desprotección social. El medio ambiente es un bien colectivo. Nadie está exento de su cuidado. Los bienes de la tierra tienen un destino común: son para todos y colaborar en lo que a todos beneficia significa, por tanto, abandonar intereses mezquinos y sesgados.
“No es el hambre en abstracto lo que moverá los corazones y las voluntades para acabar con esta lacra que asola a la humanidad, precisó Mons. Chica Arellano, es necesario recordar que los desposeídos, los hambrientos, aquellos que más sufren las inclemencias y desastres climáticos, son personas”. Y por ello, el único camino a seguir es el del diálogo, diálogo al que se confía el compromiso de buscar medios, fondos financieros y caminos comunes para liberar a la familia humana de la angustia imperiosa que nace de la pobreza, el hambre, la degradación ambiental, construyendo para ello aquellos “puentes” necesarios para fortalecer y hacer eficaces las distintas iniciativas y organizaciones.
Ciertamente, se precisan criterios de acción que aborden las diversas cuestiones de forma global e integral, señaló el Observador de la Santa Sede, sabiendo que la sostenibilidad es fruto de la solidaridad entre las generaciones, para que la tutela del medio ambiente se transforme en un servicio a todos los hombres y mujeres de hoy y también del mañana. En este sentido, es importante seguir la pedagogía de los pequeños gestos, esta lógica de los pequeños gestos, donde interactúan las políticas internacionales y las acciones cotidianas. (Radio Vaticano)