«Hay trabajos que humillan la dignidad de las personas, aquellos que alimentan las guerras con la construcción de armas, que baratean el valor del cuerpo con el tráfico de la prostitución, que explotan a los menores. Ofenden la dignidad del trabajador también el trabajo negro, la contratación ilícita de mano de obra, los trabajos que discriminan a la mujer y no incluyen al que tiene una discapacidad»
Una vez más el Papa denunció con firmeza el trabajo precario.
«Es una herida abierta para muchos trabajadores, que viven en el temor de perder el empleo. Tantas veces he oído esta angustia: la angustia de poder perder su propia ocupación: la angustia de aquella persona que tiene un trabajo de septiembre a junio y que no sabe si lo tendrá el próximo septiembre. Precariedad total. Esto es inmoral. Esto mata: mata la dignidad, mata la salud, mata la familia, mata la sociedad. El trabajo negro y el trabajo precario matan».
El Santo Padre expresó preocupación asimismo por los trabajos peligrosos y malsanos, que cada año causan cientos de muertos y de inválidos, por la explotación de los trabajadores y del trabajo infantil. Sin olvidar a los que no tienen empleo y a los subempleados.
«La Iglesia obra por una economía al servicio de la persona, que reduce las desigualdades y tiene como fin el trabajo para todos», reafirmó el Papa, para luego destacar que «la crisis económica mundial comenzó como crisis financiera, que se transformó luego en crisis ambiental y social al mismo tiempo».
Animando «los signos de esperanza» que como una foresta crecen sin hacer ruido, el Papa alienta a «servir a las personas que tienen necesidad» y a «formar comunidades en las que la comunión prevalece sobre la competición»: «¡en el mundo del trabajo la comunión debe vencer sobre la competición!».
Éste es el llamamiento del Papa Francisco:
«Que nada se anteponga al bien de la persona y al cuidado de la casa común, a menudo desfigurada por un modelo de desarrollo que ha producido una grave deuda ecológica. La innovación tecnológica debe ser guiada por la conciencia y por los principios de subsidiariedad y de solidaridad. El robot debe permanecer como medio y no volverse el ídolo de una economía en manos de los poderosos; deberá servir a la persona y a sus necesidades humanas».