Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
En un mundo en el que los niveles de pobreza aumentan a escala mundial y prevalece la desigualdad, es urgente aspirar a un sistema económico justo, capaz de responder a los desafíos más radicales a los que se enfrentan la humanidad y el planeta. Lo recordó el Papa al final de la mañana al recibir en audiencia a los miembros del Consejo para un Capitalismo Inclusivo, que constituye uno de los resultados del Fortune – Time Global Forum del 2016, que asume el reto de reducir la brecha que separa a la mayoría de las personas de la prosperidad de la que pocos gozan. Precisamente hace tres años, Francisco había recibido en audiencia a los participantes en aquel encuentro, tal como él mismo lo recordó, después de haber agradecido al Cardenal Peter Turkson y a cuatro personas que tomaron la palabra antes de su discurso.
La actividad empresarial es una parte imprescindible del servicio al bien común, sobre todo si incluye la creación de puestos de trabajo, pero, como recordaba San Pablo VI, no puede limitarse al crecimiento económico, sino que también debe favorecer la promoción de «cada hombre y de todo el hombre». Lo que significa – dijo el Papa Francisco – mucho más que «equilibrar los presupuestos, mejorar las infraestructuras u ofrecer una mayor variedad de bienes de consumo»: se trata de una conversión para reforzar los modelos económicos basados en nuestra generosidad hacia los necesitados.
De ahí que el Papa haya animado a este Consejo a perseverar en «el camino de la solidaridad generosa y a trabajar por el retorno de la economía y de la finanza a un enfoque ético que favorezca a los seres humanos». Y subrayó que fue precisamente la crisis financiera que afectó al mundo en el año 2008 la que demostró que «un sistema económico sano no puede basarse en beneficios a corto plazo», a expensas de inversiones productivas, sostenibles y socialmente responsables a largo plazo.
Los esfuerzos de este Consejo por el capitalismo inclusivo recuerdan, además, el llamado a servir al bien común tratando de aumentar los bienes de este mundo y de hacerlos más accesibles para todos.
De manera que «su presencia aquí es, por tanto, un signo de esperanza» – les dijo el Santo Padre al concluir – a la vez que les manifestó su gratitud por el compromiso de promover una economía más justa y humana para construir un mundo mejor, teniendo en cuenta a toda la persona y a las generaciones futuras, porque un capitalismo inclusivo, que no descarta a nadie, es una aspiración noble, digna de esfuerzos.