Compartimos la homilía que Monseñor Oscar V. Ojea, Obispo de San Isidro y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, pronunció en la Basílica Nuestra Señora de Luján el pasado domingo 8 de marzo de 2020 con motivo de la Misa por las mujeres y la vida.

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“En este tiempo de Cuaresma que nos llama a la conversión del corazón preparándonos para la Pascua, hemos sido convocados por nuestra Madre de Luján, Patrona del Pueblo Argentino.

Venimos desde diversos rincones de la Patria, para ponernos bajo su mirada con la confianza y la esperanza de los hijos.

Vivimos una situación extremadamente delicada.

Hoy nuestro país tiene altos niveles de pobreza e indigencia. Para dar solo un dato en Argentina hay por lo menos 4.400 villas o barrios precarios. En ellos casi la mitad de sus habitantes son niños, niñas y adolescentes que necesitan alimentarse y nutrirse bien. Muchos de esos lugares no tienen agua potable y sabemos que el agua es salud.

Vivimos un tiempo donde es necesario discernir prioridades y no elegir temas que enfrenten a los ciudadanos de a pie de modo tal que esto atente contra la fraternidad y contra la posibilidad de tener un horizonte común como pueblo.

Sin fraternidad no hay pueblo. Es bueno hacer memoria de aquella estrofa de nuestro poema nacional que se ha convertido en lema y en programa “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera”.

Si no hay fraternidad siempre habrá buitres dispuestos a rapiñar nuestro país.

En esta Eucaristía venimos a celebrar y a agradecer, unidos al sentir de tantas personas en el mundo en este día internacional de la mujer, la vida de tantas mujeres. Madres, abuelas, hermanas, amigas, compañeras de trabajo, de estudio, vecinas. Valoramos su presencia insustituible en las familias y celebramos el  lugar cada vez más amplio que tienen en nuestra sociedad.

Venimos a pedir por todas  las mujeres  para que se respete su vida, su integridad y sus derechos, superando todo tipo de exclusión.  Por eso hemos elegido como lema de este encuentro Eucarístico: Sí a las mujeres, sí a la vida.

Pero de un modo especial, queremos celebrar y agradecer, la cercanía y el compromiso de las mujeres con la vida. Esa vida amada entrañablemente por Dios cuyo amor se hace pleno y definitivo al tomar El mismo nuestra propia carne en el seno de María para bendecirla y acompañarla en todo su camino.

Ella acepta la vida en su regazo, con una fe totalmente abandonada en Dios, con un enorme coraje y una lúcida inteligencia.

Nosotros hemos tenido la dicha de conocer mujeres parecidas a Ella. Mujeres inteligentes y valientes que se juegan la vida día a día, esa vida que se anunció alguna vez en un embarazo no planeado, que tal vez no llega en el mejor momento  pero totalmente entregadas a acompañar ese nuevo ser que han recibido.

Millones de argentinos y argentinas, creyentes y no creyentes, tienen la profunda convicción de que hay vida desde la concepción y que una persona distinta de su madre va desarrollándose en su seno. Es injusto y doloroso llamarlos anti-derechos o hipócritas.

En realidad  valoramos y defendemos los derechos de toda vida y de cada vida. De toda mujer y de cada niño o niña por nacer.

Hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco en la carta a los jóvenes sobre la defensa de la dignidad de las mujeres: “Una Iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad. Puede recordar la historia y recorrer una larga trama de autoritarismos de parte de los varones, de sometimiento y de diversas formas de esclavitud, de abuso y de violencia machista” (CHV 42).

Deploramos con todas las fuerzas de nuestro corazón la crueldad de los femicidios  y todo tipo de violencia y discriminación ejercida contra las mujeres. Condenamos el abuso en todas sus formas sexual, psicológico, y de poder, cualquiera sea el ámbito en el que se produzca, en la familia, en el trabajo, la escuela, en la calle y dolorosamente lo decimos también en la Iglesia. Renovamos en esta Eucaristía nuestro compromiso de desterrar de entre nosotros una cultura que pueda favorecer el encubrimiento y cualquier tipo de silencio cómplice ante este delito.

Pero  con la misma pasión con la que afirmamos esto último, decimos también que no es lícito eliminar ninguna vida humana como afirma nuestra Constitución Nacional. La violencia y la muerte son exactamente lo contrario del proyecto de Jesús. La vida es el primer derecho y sin él no puede darse ninguno más. Lo reclamamos para todos en cualquier edad o situación en la que se encuentre esa vida y de un modo especial para quien se halla  débil, desprotegido e indefenso.

El Santo Padre, en su encíclica Laudato Si´, nos invita a construir juntos una cultura del cuidado que se oponga al maltrato con el que esta cultura tecnocrática está castigando al planeta y a los pobres. Gracias a Dios, los jóvenes están creciendo en una sensibilidad nueva con respecto a la crisis socio ambiental a la que se encamina toda la humanidad.

Para lograr un sano equilibrio que sostenga nuestros ecosistemas no podemos descartar ninguna especie  vegetal  ni animal ya que todo está conectado y cada ser ´por minúsculo que sea  contribuye a la armonía del todo. Si por respeto a la biodiversidad no podemos descartar la riqueza enorme  de cada partícula de la naturaleza, cuanto más se aplica esto al respeto por la vida de cada ser humano por más pequeño que sea.

Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, nos dice el Papa emérito Benedicto (Caritas in Veritate 28), también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social.

Respecto de este tema y de todos los temas proponemos que el diálogo sea el camino de los debates sociales en nuestra argentina, que se puedan analizar la complejidad de las situaciones desde el respeto, el discernimiento y la razón y no desde la dialéctica emocional de quien se impone y silencia al que piensa y siente distinto. La descalificación y la estigmatización no hacen más que profundizar las divisiones entre los argentinos.

Con este espíritu apoyamos la implementación de una educación sexual verdaderamente integral que fomente y capacite la decisión libre de concebir una vida humana  respetando los idearios de las instituciones educativas como lo afirma la Ley actual.

Adherimos a una política que reconozca en la sociedad la igual dignidad de varones y mujeres profundizando en las causas de la violencia de género generando nuevas pautas de conducta y de respeto.

Acompañaremos todas las políticas sociales que favorezcan la atención a la mujer embarazada especialmente en situaciones de conflicto y de extrema vulnerabilidad.

Ya lo estamos haciendo en muchas de nuestras comunidades a través de los hogares del abrazo maternal y de otros espacios de atención a las mujeres.

El lema de este encuentro es Sí a las mujeres, Sí a la vida.

Ellas son las primeras maestras en el aprendizaje de una cultura del cuidado. Necesitamos que ellas nos enseñen a cuidar la vida don de Dios con el cual  tienen una cercanía privilegiada.

Le pedimos a nuestra Madre que nos enseñe una verdadera pedagogía del cuidado,  que nos preserve de la conciencia aislada e individualista y del deterioro de nuestros vínculos y que nos guíe por el camino de la fraternidad que es el camino del evangelio.

Que Ella nos enseñe a cuidar la vida.

Amen.”

 

† Oscar V. Ojea

Obispo de San Isidro

Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina


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