El Santo Padre celebró, esta mañana (por el sábado 19) en la basílica de San Pedro, un consistorio ordinario público para la creación de diecisiete nuevos cardenales, 13 de ellos electores, procedentes de varias partes del mundo.
En la apertura del acto el arzobispo Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria, el primero de los nuevos cardenales dirigió al Papa unas palabras de saludo y agradecimiento en nombre de todos los neo-purpurados.
Los 13 nuevos cardenales con derecho a voto son: Mario Zenari, italiano, que permanece como Nuncio Apostólico en Siria; Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui (República Centroafricana); Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid (España); Sérgio da Rocha, arzobispo de Brasilia (Brasil); Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago (Estados Unidos); Patrick D’Rozario, arzobispo de Daca (Bangladesh); Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mérida (Venezuela); Jozef De Kesel, arzobispo de Malinas-Bruselas (Bélgica); Maurice Piat, arzobispo de Port-Louis (Isla Mauricio); Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para Laicos, la Familia y la Vida (Estados Unidos); Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México); John Ribat, arzobispo de Port Moresby (Papúa Nueva Guinea); Joseph William Tobin, arzobispo de Indianápolis (Estados Unidos).
Los 4 cardenales mayores de 80 años son: Anthony Soter Fernández, arzobispo emérito de Kuala Lumpur (Malasia); Renato Corti, arzobispo de Novara (Italia); Sebastián Koto Khoarai, obispo emérito de Mohale’s Hoek (Lesoto, África); padre Ernest Simoni, sacerdote de la arquidiócesis de Escutari (Albania).
La ceremonia inició con el saludo, la oración y la lectura de un pasaje del evangelio según san Lucas (6, 27-36) después del cual Francisco pronunció la siguiente homilía:
En su homilía el pontífice recordó que la “nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial”. “Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos”.
El Papa puso a continuación algunos ejemplos sobre esta realidad. “Vemos cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder”.
“Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad. Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia”, indicó.
El Santo Padre aseguró que son muchas las heridas que “crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”.
“Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros”.
El Papa cree que “el virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”. “No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio”.
“Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas”.
“La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas».
«De esta forma, el Señor les y nos revela que la verdadera cúspide se realiza en la llanura, y la llanura nos recuerda que la cúspide se encuentra en una mirada y especialmente en una llamada: ‘Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso’».
Acabada la homilía el Santo Padre leyó la fórmula de creación y proclamó solemnemente los nombres de los nuevos cardenales anunciando el orden presbiterial o diaconal. El rito prosiguió con la profesión de fe de los nuevos purpurados frente al Pueblo de Dios y el juramento de fidelidad y obediencia al papa Francisco y a sus sucesores.
A continuación los nuevos cardenales, según el orden de creación, se arrodillaron ante el Santo Padre que les impuso el capelo y la birreta cardenalicios, les entregó el anillo y asignó a cada uno una iglesia de Roma en señal de participación en la solicitud pastoral del Papa en la Urbe.
Tras la entrega de la bula de creación cardenalicia y de asignación de los títulos y diaconías, Francisco intercambió con cada uno de los purpurados el abrazo de la paz.+
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